La única excepción II

Repiqueteó con los dedos sobre el volante. Las luces de los autos en dirección contraria lo mantenían alerta y eso era una suerte, su acompañante permanecía en completo silencio sin siquiera mirar hacia el frente.

― Se te torcerá el cuello como sigas en esa posición. ― Ella no contestó.

Dios, como le fastidiaba que hiciese eso. El voto de silencio para castigarlo funcionaba todo el maldito tiempo y era porque Sirius no podía aguantar el hecho de sentirse ignorado.

Sigue siendo un niño. Pensó Elis observando las estrellas que se dejaban ver de vez en cuando tras las enormes nubes que cubrían mas allá de lo que podía ver.

¡Ah! ¡Qué ganas de matarlo!

¿Por qué tenía esos arranques inmaduros? ¿Por qué no podía simplemente comportarse?

Elis nunca había creído realmente en el mito del ramo de la novia. Le parecía absurdo que una persona pensase que por atraparlo sería la próxima en contraer nupcias. En todo caso, ella ya se había casado ¿Y saben qué? También divorciado.

El matrimonio estaba tan sobrevalorado.

Tan jodidamente...

¿A quién quería engañar?

El acto de casarse con la persona correcta aun era posible, sino había que ver a Lily y a James, incluso a los recién casados: Remus y Tonks. Todos tan felices, tan completos. ¿Qué tenía ella? Hacía poco más de cinco meses había abierto una pequeña empresa de arquitectura, un estudio. Se había mudado a un departamento un poco más modesto para solventar los gastos primeros de la apertura del negocio y... nada más.

Bueno, tenía una perrita hermosa y pasaba tiempo con sus sobrinos.

Pero todo eso se había vuelto tan común, tan cotidiano. Amaba hacerlo, pero...algo estaba fallando. Faltando.

Convencida de que era solo su imaginación había estado ocultado ese pesar pero lo único que logró fue que se volviese más grande y poderoso en lo oscuro. Y ahora presionaba con salir, exigía hacerlo.

― Se irán a un viaje por Venecia. Recorrerán Grecia también tengo entendido. ― fue la primera vez que Elis lo miró desde la fiesta y su intento de convertirlo en alguien parecido a un vegetariano. ― En realidad, Remus tiene pensado un tour por toda Europa y Asia. Nunca visite China, tengo la impresión de que habría mucha gente y no me gustan las multitudes.

Elis no aportó nada.

Sirius continuó conduciendo con la vista al frente.

― ¿Sigues enojada?

― Aun quiero golpearte así que supongo que sí. ― sonrió. Ella también lo hizo de soslayo.

― ¿Servirá si te invito a comer?

― No. Dame la mitad de lo que ganaste. ― Sirius por poco y pega el frenazo. Se contuvo porque de hacerlo causaría un choque en cadena con los cuatro automovilistas que estaban detrás. ― Lo digo en serio.

― Pero es mío.

― Lo ganaste a mis expensas.

― ¿No sería mejor si...? ― la cara de Elis decía: continúa pero tirarás tu saliva y energía. No pienso cambiar de opinión.

Sirius maldijo.

― Esta bien. ― masculló molesto.

No hubo ni un mísero gracias ni tampoco palabra alguna hasta que llegaron a la ciudad.