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― He apostado con ellos a que lo obtienes. ― lo miró con cierto recelo, tratando de analizar lo que el hombre le estaba diciendo. ― Oh, vamos, no pongas esa cara. Si lo atrapas te llevare a cenar a ese restaurant que vende esas hamburguesas gigantes.
― ¿Crees que con eso me comprarás? ―
― Piensa en nuestro cielo bello. Le encantan las sobras de ese lugar.
― Las cuales no deberíamos darle. Que sea mestiza no significa que su estomago aguante cualquier cosa. ―
Sirius con la confianza ganada en esos años, paso una mano por sus hombros.
― Te daré lo que quieras. Vamos, aposté a que le ganarías a esa mujer de verde que ha estado rondando a Tonks mirando el ramo como si fuese su vida propia. ―
― ¿Y qué culpa tengo yo que esa sea una obsesiva con el matrimonio?
¡¿Listas chicas?!
― Ni de broma, parecen pirañas. ― masculló Elis ciertamente impresionada por la cantidad de mujeres que se había congregado en medio del salón de baile a la espera del tal preciado objeto. No estaban lejos de ellas por eso de cerca, se veía con más claridad la ― Ve tú.
Sirius puso mala cara.
― Nunca fui bueno atajando cosas que significaran compromiso. Me conoces. ―
― Exactamente, y porque lo hago, se que si estas atrás del premio lo tomas seguro.
¡No empujen!
― Por favor, te prestaré mi automóvil... ― Elis permanecía callada.
¡Prohibidos los codazos!
― Continua. ― dijo con suavidad.
― Durante un día. ―
Elis bufó.
― Maldito amarrete. ― Lo que significaba: o lo mejoras o te olvidas.
¡Uno!
― Sabes como amo a mi bebé, no puedes pedírmelo por más. ― reclamó el de ojos grises con cierto reproche al sentirse incomprendido.
― Olvídalo, Sirius, no pienso...―
¡Dos!
―... ser el conejillo de indias que...―
¡Tres!
Lo que ocurrió a continuación fue un tanto confuso, así que lo rebobinare y lo pondré mas lento para poder explicarlo, uhm, a ver. Bien.
Cuando el tercer numero fue anunciado el grupo de mujeres desesperadas por agarrar el ramo se empujaron unas a otras con suficiente energía como para alimentar a una ciudad, pero no vamos a entrar en esos detalles pequeñitos y absurdos. No.
Elis, que no aceptó el trato, comenzó a caminar hacia su mesa cuando Sirius, en una hábil maniobra que no logro distinguir con exactitud, la levantó dejándola a unos centímetros del suelo.
Elis gritó.
Las demás mujeres también.
Y todo terminó.
El silencio que sucedió duró unos cinco segundos.
Sirius bajó a la que una vez fue su esposa al tiempo que la multitud aplaudía, y cuando Elis sintió el suelo bajo sus zapatos se tambaleó.
¡¿Qué demonios había sido aquello?!
― ¡Bien hecho, Elis! ― saludó la flamante novia acercándose a ambos junto con su esposo. Remus estaba que se partía. Sirius había hecho trampa y la pobre de la castaña apretaba el ramo sin darse cuenta siquiera.
James llegó con su familia, apuntando con el dedo a Sirius.
― ¡Eso no estaba estipulado! No podemos contarlo como valido. ― reclamó.
Black simplemente se encogió de hombros, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón.
― Nunca dijimos nada. En definitiva, ella agarró el ramo. Me deben...―
― Si tanto lo quieres ¿Por qué no te lo comes? ― Evidentemente Sirius no se lo vio venir, porque si no hubiese cerrado mejor y mas rápido la boca. En un simple dos por tres, Elis metió parte de las flores en la boca del moreno.
Terminando con su atentado, dio media vuelta y se fue.
Más de uno negó con cierto aire de pena.
Sirius Black aún seguía sin tener tacto.
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