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21.1.10

*El corto que no fue: Extra cap de Mi tipo*

Un corto dije...eso pensaba, hasta que me di cuenta que me fui al recontra re carajo XD. esto es tan largo como un cap de Mi tipo.
Espero que lo disfruten.
El sol me hizo delirar. ¡Espero lo disfruten! n_n dejen comentario Plis, así sé si continuar saliendo de la pelopincho corriendo para plasmar lo que se me pasa por la cabeza, o me lo guardo y sigo insolandome pesando en las babosas que tuve que matar que estaban pegadas a lo que quedo de mi flotador rosa...XD

De cuando éramos jóvenes y aun no caíamos.

Las cosas eran simples, o iban o no, pero estar congelándose en aquella avenida a esa hora no era para nada agradable. Sus dedos irritados intentaban encontrar el calor perdido dentro de los bolsillos de esa gabardina prestada.

― ¿Y? ¡Me congelo! ― no, no estaba de humor. Los ojos de sus amigos se pusieron en blanco ante su impaciencia... ¡Sólo llevaban veinte minutos peleando!

― Cara, nos quedamos a hacer amebas en tu casa, cruz vamos y dejas de quejarte. ― Thomas era directo, El cabello pelirrojo cortado a lo loco y levemente largo en el rostro, picó su nariz con la briza invernal.

― Si nos quedamos en mi casa, por lo menos ten la decencia de no molestar. ― Agregó Elis mientras veía como su amigo tiraba la moneda y esta giraba en el aire. Thomas suspiró en cuanto cayó en su palma y la tapó.

Se acercaron curiosos y Lily, aun con frío y en medio de ambos, también presto atención. Sus labios se escondieron aun mas en la bufanda que llevaba enroscada más de cuatro veces- es que el pobre Thomas no sabía cuando decir basta y obviamente, no sabía tejer muy bien.

― Cruz. ―

― Mierda. ― masculló Elis tirando de una de sus trenzas. ― ¡Pero que conste que...!

― ¡Nada de quejas, mi ciruelita! ¡Andando! ― el pelirrojo pasó cada brazo por los hombros de sus féminas acompañantes y las arrastró calle abajo, en donde el ruido alegre de una feria plagaba de curiosidad a las once de la noche.

No había ido a aquella feria en años y muchas ganas de volver no tenía. Cuando era pequeña, su hermana a pesar de las advertencias de sus padres, se subió por quinta vez a las tazas giratorias, dando como resultado que vomitara los dos hotdogs y la malteada que habían compartido. Lo peor de todo es que gracias a eso, año tras año, se reusó a ir a la feria, cargándole la culpa de su malestar a la supuesta mala comida y no a su capricho.

Obviamente, Lily era pequeña como Petunia y cuando fue haciéndose más grande, el recuerdo de la feria y la desilusión de no ir a la misma por culpa de su hermana dieron como resultado que se resignara. Y ahora...ni le iba ni le venía, era como ver una fotografía de un clavo en blanco y negro.

Ya.

Generalmente ese tipo de atracciones se presentaban en verano o en primavera. Invierno era una época de estar encerrado haciendo nada frente a la tele y tapados con mantas hasta el cuello. Pero Thomas había insistido tanto, que no le quedó otra que aceptar, Elis era de otro cantar. Jamás había soportado muy bien el frío y cualquier actividad que implicase congelarse representaba sufrimiento y quejas.

― Seguro que los engranajes se congelan y morimos aplastados por uno de los carros. ―

― Es el paseo del amor, cielita bella. ― recordó el pelirrojo haciendo acopio de toda su paciencia dándole a entender que sería medio difícil que un botecito aplastara a otro en un recorrido lineal. Ya, pero su castaña amiga era difícil de llevar en esa época. Aunque agradecía haber regresado al trato de siempre. Él ya era, como hubiese dicho su tío mas bestia: un hombre, y había sido gracias a Elis. Que ella aceptara y le tratara tan comúnmente como si nada, significaba que por más incomoda y loca que fue la situación, su amistad pesaba más.

― Ni aunque fuese el paseo de los monos mudos, sordos y ciegos. ―

― Eso no existe. ― aportó Lily acomodándose la ropa y agarrándose del brazo de su amigo para darse calor. ― De todas maneras, amorfos, de seguro ustedes entran solos a esas payasadas, nada de viajes en canoa, sulqui o buque tras atlántico para mi, hasta la próxima vida, gracias.

― Lily, ¿no puedes olvidarlo?

― ¡Casi me ahogo!

― ¡En la piletita de lona de tu casa! ― señaló Elis burlona. ― ya, ya, estabas...en lo hondo. ― apuntó. Lily rodo los ojos.

― Es lo bueno del desnivel de tu jardín, pelirroja, puedes darte el lujo de tener piscina de dos por dos, con parte baja y todo. ― aportó Thomas.

― Me iría, pero...― los tres se quedaron estáticos al ver que desde el centro mismo de la feria, podía verse que la mayoría de los juegos y atracciones estaban cerrados por el impetuoso tiempo. Aunque algo de gente había, sorprendentemente. ― Noooo.

Elis sonrió.

― ¿Te dije? o ¿No te dije? ― canturreó.

― Con ese carácter del demonio no vas a casarte nunca. ―

― Ni que lo necesitara. Pienso ser una exitosa arquitecta y voy a viajar por el mundo renovando edificios históricos y construyendo nuevas obras de arte. ―

Thomas suspiró, mejor no le recordaba su pequeño fracaso con el pórtico que deseó hacerle a la cucha de su perro.

― Ya, pero tengo hambre y por lo visto no todo está perdido. ― informó Lily señalando un puesto no muy lejos que con sus luces vivaces encendidas atraía su curiosidad. ― Vamos, comamos algo.

El trío se dirigió al lugar, seguros de que si bien la salida no era lo que esperaban, de seguro un buen combo de comida chatarra compartida con amigos y pagado con monedas y pelusas de sus bolsillos, serían un grato recuerdo.

O-o-o-o-o-o-o-o-O

― No es ni de cerca lo que imaginaba...Quita esa mano de ahí. ― Sirius le guiñó. ― No sé ni porque estoy acá.

― Soy tu único hermano, y si quieres que firme los papeles para internar a nuestra madre en un geriátrico en el Tibet, mejor me haces caso. ― Regulus Black estaba incómodo. El click delante de ellos les hizo cortar la pelea solo unos segundos.

El flash los cegó.

― Maquina de mierda. ― el joven delante de ellos, se enderezó llegando a la altura de Regulus y se quitó los anteojos para limpiarlos. ― La cara de constipado con la que salí de seguro hace historia.

― Por eso les dije que esta máquina para sacar fotos no serviría. ―

Sirius se apoyó en los hombros de su castaño amigo, negando.

― Mí querido, querido, querido amigos.

― Ya estas dado vuelta. James, aleja lemonchelo de él, por favor. ― el aludido asintió. ― Vamos, este lugar me está dando claustrofobia.

Los cuatro salieron del puesto de fotos instantáneo corroído por el tiempo. Se notaba a leguas que era viejo, las calcomanías psicodélicas estaban rasgadas en su mayoría, dejando un pálido y opaco azul.

El menor de los Black miró hacia ambos lados, encontrando un poco menos de gente de la que había cuando se metieron en esa máquina endemoniada. Odiaba esos lugares, le parecían... poco pulcros, con gente de la misma calaña.

Prejuicios que hervían dentro de sí, haciéndole hijo de su madre, aunque él no quisiese darse cuenta.

Y el que estuviese en esa situación era puramente de casualidad. Pensaba quedarse estudiando pero su hermano, como siempre, dio en la nota casi obligándolo a salir de su encierro el día de su cumpleaños. Bah, la noche del mismo; estaba a punto de terminar.

La maquina hizo un sonido macabro, de engranajes oxidados y en menos de diez segundos, les entregó mediante la ranura descuidada de la derecha, una tira de imágenes.

Se rieron al verlas, no podían hacer otra cosa. Hasta el menor de los Black, a pesar de creer que eso era una completa estupidez, no pudo evitar un esbozo de sonrisa que desapareció al instante al recordar quién era, en donde estaba y qué edad tenía.

― Ya, ya, ¿que nos queda? ― inquirió Remus tranquilamente.

― Comer en ese puestito o aquella tienda.

Observaron detenidamente. En el primer lugar y tres jóvenes más recibían sus órdenes, haciendo bullicio y carcajeándose por algo que dijo uno de ellos.

― Ni de broma ingiero algo de este lugar. ― masculló Regulus convencido. ― Mejor vayamo...

― Nada de eso. ― Sirius tiró del brazo de su hermano impidiendo que escapara. ― Acabas de cumplir los veintiún años y esta es la primera- y conociéndote será la ultima- vez que pisas una feria. Si está en mi que te mezcles con la "chusma" como le dices, por lo menos una vez en tu vida, que así sea. Después decidirás si quieres pudrirte o permanecer sacrosanto.

No había caso, Sirius era más honesto y mas bestia cada vez que había la boca.

― Podemos ir a comer a otro lado, pero si ya terminamos con esto, démosle una oportunidad a... ¿Madame G? ― Leyó un folleto en blanco y negro que habían encontrado de casualidad en uno de los comercios aledaños.

― Yo salía con alguien llamado...― Sirius iba a aportar, pero su hermano pasó a su lado con un aura más negra que su nombre.

― No salías, te la follaste y no era su nombre real, era una puta. ― cortó Regulus y bufó. ― ya, si esto termina con la visita esa, mejor será que sea rápido.

Sirius tornó los ojos. Remus negó levemente y siguió al más joven.

James y el ojigis quedaron atrás.

― Éste cada día se parece más a mi madre. ― masculló.

― No me lo imagino con vestido. ―

― Ni yo, pero el destino tiene preparadas muchas sorpresas. ―

―Pero tu hermano no es gay ni le gustan las plumas. ―

― Preferiría que fuese transvestido a que se pareciera a mi madre, es más presentable y más decente de la primera forma. ― James le tocó el hombro. ― Mi amigo, es la verdad. Quiero a mi hermano, pero cuando se comporta como mis padres, deseo matarlo.

Ambos se mantuvieron en silencio hasta llegar a la carpa, que daba la casualidad, en realidad eran dos e idénticas. Lo único que podía diferenciarlas era la poca nieve acumulada a los lados de cada una.

Se metieron en la izquierda, por donde sus acompañantes.

El aroma a incienso lleno cada una de sus bosas nasales, al punto de casi dolerles.

― Seguro que es para ocultar otro tipo de olores. ― susurró Sirius al oido de su amigo. James sonrió ampliamente.

― Adelante, viajeros de la vida. ― Regulus corrió el tul que separaba un "ambiente" de otro y se encontró con la típica mesa de dimensiones circulares y con la típica mujer de cabello oscuro y pañuelo brillantemente ridículo.

Se burló para sus adentros.

― Se ha que han venido. En sus corazones hay duda. ―

Y en mi estomago, hambre. Pensó James rascándose la cabeza. Se sentó junto a sus amigos, permitiéndose observar las estanterías visiblemente poco cuidadas y añejas que la mujer había colocado atrás de la tienda.

― ¿Que es lo que desean saber? ― la respuesta fue interrumpida por unas risas cercanas, las sombras daban a entender que la carpa contigua había sido ocupada.

― ¿Como estará el tiempo en...?

Remus lo codeó para que no fuese tan grosero. Sirius había veces se pasaba.

― ¿Qué? Tengo que viajar y...―

― No lo hará, se cancelara. ― la voz de la mujer sonaba diferente, pero continuaba con su misma expresión de póker típica del misterio adivino de las películas de bajo presupuesto.

― Ya. ― respondió Sirius sin convencerse.

―No se preocupe por la insolencia de su amigo, joven, Acostumbrada estoy a los incrédulos con aires de aburridos que quieren hacerme perder el tiempo. ― baldazo de agua fría para los cuatro, la mujer podía ser muy sincera también. Sus ojos negros brillaron y se notó, aun con la poca iluminación de las velas.

― Entonces...―

James tenía un mal sabor de boca.

― Pregunta cliché, pero ¿alguno de nosotros se casará? ― era medio en broma, medio serio. Cualquier cosa era buena para sacarlos del silencio.

La mujer desplazó una carta del mazo a su derecha, el cual ninguno de los cuatro había notado.

― Habrá casamiento. Y también divorcio. ―

― Ese es mío. ― se adjudico Sirius. ― De seguro. ― La mujer le miró fijamente, como si estuviese mirando directamente el tejido de su vida entera.

― Muy perceptivo, viajero. ― contesto finalmente.

Algo muy dentro de Sirius se rajó. Una cosa era adjudicarse un carácter y una conducta no muy fácil de manejar, y otra muy diferente es que alguien de afuera dijese que no habría quien aguantase sus defectos.

Aunque claro, el ojigris ni cuenta se dio.

Ninguno podía hacer otra pregunta, no por que estuviesen impresionados, pero obviamente no se les ocurría nada.

― Muy exitosos. ― la carta que desplegó luego fue por cuenta propia. ― Si. Veo grandes ganancias. Aunque unos cuantos problemas en el medio. Tropiezos y nuevos inicios. ―

― ¿Como sabía lo que...?

La mujer se encogió de hombros, mirando al castaño.

― Costumbre. ―

Un ruido.

Por un instante, y de manera brusca, la adivina giró su cabeza hacia la otra carpa. Sus ojos parecían querer enfocarse en quien estuviese allí, aunque claramente, no podía puesto que la gruesa tela y correspondiente lona se lo impedía. Sin embargo, su semblante cambió nuevamente.

― Las cartas desean hablar, pocas veces he sentido algo así, aprovechen.-

Regulus continuaba incrédulo. Prefirió encerrarse en sí mismo.

En la otra carpa.

― Te irá bien. ― Fue la respuesta. Thomas sonrió. Por más que no creyera en esas cosas era divertido y agradable hacer preguntas de esa índole. Era como explayar sus temores a futuro sin quedar en completo ridículo.

― ¿Y a mí? ¿Viajare a Roma a...?

― No. ― La mujer le cortó bruscamente, sus ojos se afilaron al ver la carta sobre la mesa. ― lamento decirte que no, niña. Harás un viaje, pero en mas años de los que deseas.

Elis bufó molesta. Esa no era una respuesta que quisiese escuchar, por más que no creyera en la misma.

Lily no tenía muchas dudas en ese momento, o no se le ocurrían para formularlas. Por lo que opto por lo más obvio.

― ¿Tendré hijos? ―

― Si. ―

― ¿Viviremos siempre juntos?

La mujer dejó de mirar sus cartas.

― La vida separa a los seres queridos de una u otra forma, pero a menos que sea la muerte, nunca es definitivo. ―

Elis no sabía cómo interpretar aquello.

Silencio. Largo silencio.

― ¿Me casare con Thomas? ― pregunta al acorde y de la nada. El pelirrojo sonrió con una gota orbitándole la cabeza. Debía esperarse algo así. Había empezado la hora del delirio.

Ni Elis ni Lily soportaban la tensión sin irse por la tangente.

― Ninguna terminara con él. ―

― A no entristecer. Que no nos casemos no significa que no tendremos engendros. ― apuntó Elis.

Lily asintió.

― Quiero cinco por lo menos. ―

― Yo tres, no quiero exprimirlo demasiado al pobre. ―

― Chicas...―

― De todas formas, él sabe que seremos sus amantes forever and never. ― le ignoró la castaña. ― A la mierda ¡Que todo el mundo lo sepa!

Silencio.

Lo había gritado.

Elis se mordió el labio algo apenada, se le había ido la mano.

― ¿Saber qué?

Lo increíble era, que Elis no había sido la única desubicada. Tras un murmulló general en la carpa de al lado, todo quedo en otro poso mudo.

― Ehm...pues... ― La castaña tenía que hacer algo, si no, caería de aburrimiento y mandaría al diablo a la adivina por no darle las respuestas que esperaba. ― Lo obvio, por favor ¿cómo es que aun no lo sabes?

Ni Lily n Thomas supieron porque, pero la mujer ni pio dijo.

― Mira, si no lo dices va a ser medio difícil. Tal vez no estés familiarizada con la nueva onda de comunicación vía...auch...no me golpees... ¿en qué iba?

― Planteabas una sesión de verborragia al estilo vendedor de servicios varios. ― contestó ella.

― Simplemente decía que... ¿Qué haces?

¡Compórtate por el amor de dios!

― Ya veo, también tienes un Thomas incrustado....―

― Bueno, no sé lo que signifique, sobre todo lo de incrustado. Yo ando desincrustado, no sé si me explico. ― James se agarró la cabeza con una mano. Remus suspiró largamente al no poder creer que su amigo estuviese haciendo el payaso. Y Regulus...miraba como su hermano ya se había parado para acercase un poco a la pared de la tienda.

― Comprendo, comprendo. Es complicado de todas formas. Es como la voz de la conciencia...esa cosita que uno no puede apagar y...no me tires de la ropa amor, por más que sea tuya.

― Exacto ¿qué? Es cierto... ¡él me apoya! ― se defendió Sirius ante la mirada de mal humor de Remus. James silbó. ― De todas formas. ¿Qué era lo que todo el mundo tenía que saber?

― Que voy a tener hijos con la voz de mi conciencia. ― silencio. Eso sonaba bizarro hasta para el mayor de los Black que aun no terminaba de procesar las dos últimas cervezas que había ingerido.

― ¿Eso puede hacerse? ― preguntó.

― ¡Claro, no es muy práctico como eso de que negocios y placer y! ...no, por ahí no iba la cosa. mmmmm ¡auch! ¡No tires de mi ropa...ah!

PLAF

Silencio.

― ¿Qué haces? ¡Me dolió!

― ¡Deja de hablar con extraños! le estás haciendo perder su turno. ― se quejó Lily. Elis bufó.

― ya ¡¿les importa que les haga perder el tiempo?! ― exclamó.

― No ― fue la respuesta de Sirius. James de igual forma no podía dejar de sentirse divertido. Si antes el lugar era pura tensión, con la desvergüenza de su amigo las cosas habían cambiado radicalmente.

Y si las cosas eran divertidas... ¿Por qué limitarse?

― Entonces... ― el ojigris sonrió al reconocer la voz. ― ¿han tenido buenas respuestas? Sin ofender...

― NO ― contestaron ambas al unísono.

Lily no pudo evitarlo y por suerte, la adivina no se veía enojada.

― ¿Se les ha ocurrido algo original para preguntar? ― volvió a indagar James que tomaba las riendas de la conversación. Ahora sabía por qué Sirius no quería cortarla, eso de hablar a los gritos y con un completo extraño al que no se le veía ni el pelo era muy divertido. Se sentía una especie de cosquilleó en todo el cuerpo, esa sensación que desde niño que no experimentaba.

― La verdad es que nop. Es como cuando uno tiene un montón de cosas inteligentes y sagaces para decir, pero cuando le preguntan, se pone en blanco y dice la primera burrada que se le ocurre. ― la pelirroja había tomado la palabra al ver que Elis estaba discutiendo con Thomas por lo bajo.

Sirius y James sonrieron.

Al primero se le iluminó la cara. Remus tuvo un escalofrío.

― ¡Tengo la manera de resolverlo! bah, si les parece bien...y a las adivinas también.―

La mujer de su carpa asintió sin decir nada, seria.

― ¿Cómo?

― Haremos las preguntas por el otro. ―

Silencio.

― ¿Hablas en serio?

―Sí, chico incrustado. ―

Thomas levantó ambas cejas tanto por su pregunta por la respuesta recibida.

― ¿Cómo sabía qué...?

― Hablan muy fuerte. ―

― Ya

― ¿Entonces? ― El trío se miró lentamente. Elis sonrió.

― Trato. Comenzamos nosotros. ¿Cuántos son ustedes?... ¡sin nombres!

― Cuatro ¿Y por que sin?

― Es más divertido. Si no sabemos quiénes son y viceversa, la cosa va a ser mas neutra. ― explicó Lily reconociendo la idea de su amiga. ― por estos pagos somos un trío.

― Me parece bien. ―

Hubo otra pausa. Elis se volvió a aclarar la garganta.

― Pregunta: ¿Si están bajo tiranía familiar, se van a liberar?

Fue muy bizarro, demasiado. Casi todos se sorprendieron ante tal pregunta formulada. y ella consciente de que era lo primero que se le había venido a la mente.

La adivina en la carpa de los cuatro jóvenes sacó una carta, volteándola con delicadeza.

― Sera duro, pero podrán salir de una u otra manera. ―

Los ojos de la mujer viajaron entre Sirius y Regulus.

― Nos toca: ¿tendrán buena salud el resto de su vida?

Fue el turno de la otra mujer. Su rostro indescifrable.

― No del todo, habrá un época muy dura para uno de ellos. ― la castaña sintió un escalofrío al sentir la mirada de la mujer en su nuca. ¿Acaso no tenía más que malas noticias para ella?

Ya, Sirius metía la pata hasta con un extraño.

Thomas tomó la palabra.

― ¿Alguna vez nos conocerán en vivo y en directo? ―

― Si, pero aun no. ―

Esa pregunta logró captar toda la atención.

― ¿Qué clase de respuesta es esa? ― reclamaron Lily y Elis.

― Que se van a cruzar en el futuro, pero no en el presente. ― contesto su adivina.

― No tiene lógica. Si quisiésemos, entraríamos por esa puerta...― espetó James.

― Las carpas no tienen. ― corrigió Lily.

― Creo que entienden el punto. ― comentó Sirius rascándose la cabeza. Sentía mucha curiosidad. ― Pero esto cambia las cosas... ¿Seremos amigos?

― No. ―

― Enemigos. ―

― No ―

― Amantes. ― Las dos adivinas, que contestaban al unísono hicieron una breve pausa.

― Sí y no. ―

GRAN silencio.

― Tengo miedo. ― las dos jóvenes se miraron mutuamente. Aquello estaba poniéndose morado. Thomas sacó dinero de su abrigo y lo colocó sobre la mesa.

― Creo que eso es todo. ― masculló.

La adivina asintió y señalo una ranura en la carpa que no habían visto al llegar. El pelirrojo entendió de inmediato. Tomó a sus amigas del brazo y las arrastró fuera, del lado contrario y donde justo se encontraba la salida de la feria.

Ninguno de los tres miró hacía atrás.

Porque ninguno creía en esas cosas sosas y sin fundamento.

Sin bases científicas.

Era diversión. Solo eso.

Sus respiraciones parecían no saberlo. Porque en el momento en que las adivinas marcaron que se conocerían en el futuro, el corazón había comenzado a latir de manera desenfrenada e irreal. Como si lo que escucharon pudiese hacerse realidad. Tornarse solido en sus vidas.

Era como una verdad tangible que flotaba en el aire, casi tan real como ellos mismos.

― Es...una tontería...―

― Obvio...―

― ¿Qué esperaban? Es una feria en invierno ¡Por dios!

Ambos pelirrojos y la castaña se miraron dudosos.

― Mejor vayamos a mi casa, papá dijo que traería chocolate cuando volviera de su caminata nocturna con mamá. ― masculló Elis intentando quitarse el peso que oprimía su pecho. Esa sensación extraña que le mareaba.

En las carpas todo estaba tranquilo, al salir el primer grupo disparado el segundo tardó solo segundos en darse cuenta, sin embargo, con el mismo sabor pesado en sus lenguas y en sus gargantas, prefirieron dejarlo pasar. Después de todo, ellos eran universitarios a punto de graduarse ¿Tenían qué hacerse problema por unas mentiritas de juego como esas?

Porque la adivinación era un juego de azar, lo que tocaba, tocaba y si se tenía suerte, tal vez se hacía realidad de alguna manera.

Regulus miró el cielo nocturno, los copos de nieve comenzaban a caer con algo más de intensidad a cada minuto.

― Una pérdida total de tiempo. ― comentó.

― Tuviste la oportunidad de reírte de tu hermano, aprovecha, en el futuro no seré tan vulnerable. ― cortó Sirius mitad serio mitad en broma.

James se limpiaba los anteojos que se encontraban empañados. El ambiente dentro de aquel lugar y su densidad había ocasionado aquello.

― Bien ¿siguiente parada?

― Tu departamento en el centro. ― dijo Remus que se encontraba visiblemente cansado. ― Estoy muerto.

Ninguno rezongó, extrañamente se sentían como abatidos, sin energías.

Caminaron lentamente hasta salir del lugar, perdiéndose entre la gente de la calle y en busca de un taxi.

O-o-o-o-o-o-o-o-O

Les vieron alejarse. Silenciosas y con un cigarrillo en manos opuestas, las adivinas largaron el humo dentro de sus cuerpos, de forma igual. Con una sincronía apabullante.

― Eso fue extraño. ―

― Ni tanto, cada veinte años aparece un grupo así. ― los ojos negros de una se encontraron con su reflejo idéntico.

Las mujeres, iguales por donde se les viera sonrieron pacíficamente.

― Pobres, la cara de susto que tenían ellas era de fotografiar. ―

― Lo bueno va a ser, cuando mañana despierten. ―

― No recordaran absolutamente nada. ― Su gemela asintió lentamente y miró el cielo. ― Estos humanos son tan previsibles.

― Eso los hace muy divertidos. ―

― Demasiado, hermana mía, demasiado. ―

A lo lejos los pasos de un grupo no muy numeroso llamaron su atención. Dos mujeres sonreían ampliamente a tres hombres que fácilmente las doblaban en estatura.

― Gracias por ayudarnos. Con la tormenta que se viene, sino sacamos las cosas rápido, seguro se arruina. ― la primera mujer amplió su actitud ante la respuesta afable de su compañero de feria. Estaba a punto de entrar en una de las carpas, cuando notó dos puntos negros en la nieve, como si alguien hubiese aplastado cigarrillos en ese lugar mientras que el aroma a tabaco, desaparecía lentamente.

4 comentarios:

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  2. wow
    me encanto es super saber mas de su pasado y la verdad me alegro leer algo nuevo ... una ves mas xD
    te felicito!! kedo propio del fic "siempre dejando intriga"No sabes cuantas ganas tengo de ver el siguiente cap. de Mi tipo!

    besos y abrazos.. una de tus admiradoras kmilitha!

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  3. Regulus!!! pero bueno debia haber un poco de magia en alguna parte no? HAHAHA y Thomas parecia celoso!!! HAHAHAHA como me rio siempre que te leo, sigue sigue!!! (me rio contigo no de ti)

    Prongs

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  4. Interesante y divertido. Buen Trabajo como siempre XD

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